Terminada la guerra, los investigadores del Reicharchive concluyeron que el fracaso de la ofensiva estuvo motivado por las alteraciones de Moltke sobre el plan original y sus fallos de ejecución. Por otro lado, revisiones posteriores sugieren que el plan era fantasioso, irresponsable e irrealizable debido a serios errores de cálculo y a la imposibilidad logística de materializarlo. Incluso, recientes enfoques más transgresores apuntan a que el llamado Plan Schlieffen nunca existió, sino que es un relato construido para exonerar al Alto Mando y señalar a Moltke, fallecido en 1916, como máximo responsable de la derrota. Sea como fuere, que los alemanes no estuvieran lejos de conseguirlo invita a especular con una reconfiguración alternativa del escenario mundial.
Alemania durante la Paz Armada
Después de la victoria en la guerra Franco-Prusiana de 1871, «Otto von Bismarck insistió en la anexión de Alsacia y Lorena solo porque el Estado Mayor las consideraba indispensables para la defensa de su frontera oriental».[1] En su opinión, Francia se convertía así en un enemigo potencial, ansioso por recuperar sus provincias[2] e intentó mantenerla aislada. El canciller centró sus esfuerzos en conservar el statu quo y promover el entendimiento con Rusia, «mediante acuerdos como la liga de los tres emperadores en 1872 o el tratado de Reaseguro en 1887«.
La destitución-dimisión de Bismarck en 1890, debido a las tiranteces con Guillermo II, supuso un cambio en la dirección de la diplomacia alemana en favor del expansionismo de la weltpolitik y el abandono de la cooperación con Rusia. Por otro lado, la III República francesa vio en la necesidad rusa de capital la oportunidad para salir de su aislamiento. El acercamiento se culminó en 1894 una convención secreta de carácter militar[3] que dejaba a Alemania cercada. Con el apoyo militar de Italia cada vez menos factible, Austria-Hungría quedaba como único aliado fiable.
Gran Bretaña, recelosa del auge económico alemán y de su programa de expansión naval, advirtió la necesidad de salir de su espléndido aislamiento. Empezó a limar asperezas con sus tradicionales enemigos, alcanzando pactos sucesivos: la Entente Cordiale con los franceses en 1904 y la entente anglo-rusa en 1907.
El legado de Schlieffen
A Schlieffen, jefe del Estado Mayor Imperial desde 1889, le obsesionaba que Alemania se viera envuelta en una guerra de desgaste de dudoso desenlace. Desde el convencimiento de la superioridad militar alemana, creía posible una victoria total mediante la ofensiva, al considerar que fuerzas más pequeñas, maniobrando con mayor habilidad, podían derrotar a contingentes mayores.[4]
Alemania no podía dividir sus fuerzas para emprender una guerra total contra Francia y Rusia a la vez, de modo que contendría a un enemigo en un frente mientras con el grueso de sus fuerzas buscaría una rápida victoria en el otro. Una vez derrotado el primer contendiente, su red ferroviaria permitiría transportar las tropas al otro frente y destruir al segundo enemigo.[5]
El inmerso territorio del que disponían los rusos para poder retirarse, llevó a Schlieffen a buscar su batalla decisiva en el oeste. La ofensiva solo podía tener éxito si se flanqueaba el sistema de fortalezas en la frontera franco-alemana a través de Bélgica, Luxemburgo y Holanda. Una poderosa ala derecha barrería los Países Bajos, «con la manga del último soldado rozando el canal de la Mancha», y rodearía París por el oeste, mientras que un ala izquierda mucho más reducida se apostaría al sur de Metz. Tanto si los franceses atacaban en Lorena como si se quedaban a la defensiva, el ala derecha viraría y acorralaría a las fuerzas francesas por detrás de sus fortalezas orientales, obligándoles a la rendición. [6]
Schlieffen plasmó estas ideas y las conclusiones de sus simulacros de guerra en el memorando Guerra contra Francia de diciembre de 1905.[7]
Las modificaciones de Moltke y la ejecución del plan Schlieffen
“No me falta coraje personal, pero no alcanzo a decidir con rapidez; soy demasiado reflexivo, demasiado escrupuloso, o, si se quiere, demasiado concienzudo para semejante puesto. Carezco de la capacidad para jugarlo todo a una carta”.[8]
Sin embargo, Helmuth von Moltke no rechazó ser el sucesor de Schlieffen. Una elección poco afortunada a ojos del propio Schlieffen.
La situación a partir de 1906 se había vuelto más peligrosa para Alemania y algunos supuestos de los que partía Schlieffen ya no eran válidos. Rusia se había recuperado de su revolución después de la derrota contra Japón y su poder relativo junto con Francia iba en aumento mientras que el de Austria-Hungría se deterioraba. A diferencia de Schlieffen, Moltke no podía ignorar el frente oriental debido a la creciente cooperación militar franco-rusa y, además, la intervención de Inglaterra parecía cada vez más probable.[9]
Moltke desechó el resto de planificaciones alternativas a partir de 1913, lo que suponía activar la invasión francesa a través de Bélgica independientemente del casus belli. En caso de no poder llegar a un acuerdo para el paso de las tropas, consideraba que la posibilidad de enfrentarse al ejército belga y las fuerzas expedicionarias británicas era más prometedora que un ataque frontal a las fortificaciones francesas.[10]
Mientras que en público Moltke se mostraba confiado en una rápida victoria, en privado albergaba serias dudas,[11] lo que le llevó a desestimar la invasión de Holanda. Así podría usar sus puertos neutrales para abastecerse ante un posible bloqueo marítimo británico. A cambio, se veía obligado a desplegar su amplia ala derecha por una estrecha franja en territorio belga.[12] Este retoque hacía imprescindible la toma de Lieja para asegurar las rutas por carretera y ferrocarril tan pronto se declarara la guerra.[13] Pese a la inesperada resistencia y a las numerosas bajas, Lieja pudo ser tomada solo dos días después de lo planeado.[14]
Pero la alteración de Moltke más controvertida fue la reasignación de sus fuerzas. Debilitó hasta en tres ocasiones el ala derecha, que Schlieffen había concebido como el martillo que golpearía al ejército francés.
La primera, al incrementar el tamaño del ala izquierda. Moltke preveía un ataque francés y no se atrevía a exponer el sudeste de Alemania a una invasión que hiciera peligrar las regiones industriales del Rin.[15] Schlieffen en cambio creía que «no debía privarse a los franceses de la oportunidad de “meterse en un saco” entre Metz y Estrasburgo».[16]
Cuando los franceses activaron su plan XVII atacando sucesivamente en Alsacia, Lorena y las Ardenas, favorecieron la táctica alemana. La ofensiva francesa resultó un fracaso absoluto, pero consiguieron retirarse con tanta rapidez que evitaron verse cercados.
Schlieffen tenía previsto reforzar el ala derecha con tropas del ala izquierda tan pronto como esta pudiera prescindir de ellas.[17] Por el contrario, Moltke debilitó el ala derecha para reforzar la izquierda ante su exitoso avance en el frente de Verdún, lo que ha sido interpretado como una adulteración del Plan y un error de juicio catastrófico.[18] En lugar de atraer al ala derecha francesa a territorio alemán, alejarla de sus líneas de suministro y desviarlas de la zona crítica, empujó a los franceses hacia el interior acortando sus líneas de comunicación y concentrando sus fuerzas en lugar de dividirlas entre la defensa de París y el avance hacia Alemania. Por su parte los alemanes acusaron el sabotaje de líneas ferroviarias, puentes y túneles y las múltiples averías de su escasa flota de camiones a medida que se iban adentrando en territorio francés.[19]
A pesar de la doctrina de descentralización alemana, la magnitud de la operación exigía una coordinación que la lejana ubicación del cuartel general en Luxemburgo imposibilitaba. Órdenes y reportes, fácilmente descifrables, podían demorarse hasta 20 horas, impidiendo que se tuviera una idea real de la situación.[20] Confiando en los exagerados informes de victoria absoluta en el oeste[21] y ante la posibilidad de una invasión rusa tras la derrota en la batalla de Gumbinnen, Moltke envió dos cuerpos de ejercito del ala derecha al frente oriental. Unos refuerzos, no solicitados, que llegaron dos días después de la aplastante victoria alemana en Tannenberg.
Fracaso en el Marne
Por primera vez, el ala derecha alemana estaba en inferioridad numérica, justo en la fase decisiva de la campaña.[22] Debido a la descoordinación imperante y a su carácter agresivo, Alexander von Kluck, general del 1.º Ejército, dejó expuesto el flanco alemán al ejército francés recién concentrado en París. Al intentar enmendar su error, provocó una brecha en las filas alemanas, dejando al grueso del ala derecha en una posición muy comprometida. Ante el peligroso contrataque franco-británico, los alemanes decidieron no arriesgarse y se retiraron hasta el río Aisne, en el denominado «Milagro del Marne».[23]
Alemania había conseguido ocupar el norte de Francia, abundante en recursos y con una potente industria. Sin embargo, fracasó en el objetivo de alcanzar una victoria rápida en el oeste. La extenuación e inferioridad numérica en el momento decisivo, la descoordinación entre los mandos y otros estamentos como la marina y los errores operativos condenaron a todos los combatientes a cuatro largos años de guerra de desgaste.
Bibliografía
- M. Hastings, 1914 El año de la catástrofe, Ed. Planeta S.A., 2013.
- G. Ritter, The Schlieffen Plan, Critique of a Myth, Oswald Wolf (Publishers) Limited, 1958.
- T. Zuber, «The Schlieffen Plan Reconsidered», War History, 6, 1999.
- L. W. L., European Alliances And Alignments (1871-1890), New York: Alfred A. Knoff, 1956.
- M. McMillan, 1914 De la paz a la guerra, Turner Publicaciones S.L., 2013.
- D. Stevenson, 1914-1918 Historia de la Primera Guerra Mundial, Penguin Random House Grupo Editorial, S.A, 2014.
- A. Mombauer, German War Plans, In: Hamilton, Richard F. and Herwig, Holger H. eds. War Planning 1914. UK: Cambridge University Press, pp. 48–79. , 2010.
- R. C. Schuette, Effects of Decentralized Execution on the Germany Army during the Marne Campaign of 1914, Fort Leavenworth, Kansas: Master of Military Art and Science U.S. Army Command and General Staff College, 2014.
- W. D. O’Neill, The Plan that Broke the World. The Schlieffen plan and World War I, 2014: Createspace.
Notas
[1] Ritter 1958, p.39
[2] Langer 1956, pp. 9-10
[3] McMillan 2013, pp. 123-126
[4] Ritter 1958, p.53
[5] McMillan 2013, p. 420
[6] Ritter 1958, pp.7-8
[7] Ritter 1958, p17
[8] Hastings 2013, p.68 y McMillan 2013, p.426
[9] Stevenson 2014, p.100
[10] Mombauer 2010, pp.58-63
[11] Hastings 2013, p.68
[12] Mombauer 2010, p.59
[13] Stevenson 2014, p.100
[14] O’Neill 2014, p.78 y Mombauer 2010, p.67
[15] Stevenson 2014, p.112 y Ritter 1958, pp.54-55
[16] Ritter 1958, p.40
[17] Ritter 1958, pp.63-65
[18] Mombauer 2010, p.70 y Ritter 1958, p.61
[19] Stevenson 2014, p.110
[20] Schuette 2014, p,44
[21] Schuette 2014, p,48 y Mombauer 2010, p.72
[22] Mombauer 2010, p.72
[23] Hastings 2013, pp.68, 380-372
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